LA HISTORIA

A raíz de la reconquista de Alcalá de Benzayde por Alfonso XI, sus primeros pobladores, mitad soldados, descuajaron los espesos bosques que rodeaban la fortaleza y roturaron sus tierras vírgenes con los caballos encaparazonados con los arneses del combate. En las márgenes del arroyo que discurría por el fondo del barranco, hacia el Oeste, plantaron hortalizas y árboles frutales; los demás terrenos roturados, y principalmente la llanada del Sur, conocida en la actualidad con el nombre de El Coto, fue destinada a cereales; y allí donde acababan las roturaciones, empezaban las breñas y malezas impenetrables y sombrías de los centenarios bosques de encinas y de madroños que sólo servían para albergar alimañas y turbas desenfrenadas de forajidos musulmanes que molestaban de continuo a los cristianos con sus incendios y rapiñas.
Fácilmente se comprende por lo expuesto, que en tan reducido espacio y con enemigos tan temibles, no era posible adelantar ni un solo paso en el progreso de la agricultura: ésta y la guerra son de todo punto incompatibles; y en aquella época y con tales elementos, mucho más.
Convencido de ello aquellos mártires del deber y del patriotismo; visto que sus cosechas era insuficientes para hacer frente a las más imperiosas necesidades de la vida y que, por lo general, cuando llegaba o se aproximaba la época de la recolección, se encargaban de hacerla aquellas hordas de salvajes islamistas por medio del robo y del incendio, variaron de rumbo, dedicándose a las plantaciones de viñedos en los mejores terrenos y más próximos a la fortaleza, dedicando el resto de su extenso territorio a la cría de ganados, de donde tienen origen las veredas y vías pastoriles, tan extensas en aquellos remotos tiempos, como reducidas hoy por el afán inmoderado de las roturaciones, la debilidad de las autoridades y la complejidad de todos.
Como los terrenos dedicados al cultivo de las vides eran los elegidos entre los mejores, y la elaboración de los vinos se hacía con exquisito cuidado por ser la única fuente de riqueza, éstos, naturalmente, resultaban de inmejorable calidad, por lo que pronto adquirieron un renombre y una fama nacional.
En un crónica del archivo municipal de Granada, relativa a unos festejos hechos en dicha ciudad a raíz de la reconquista, para agasajar a los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel, y al relacionar lo que hoy en el argot culinario se denomina el menú, de la comida con que fueron obsequiados, se hace constar que “solo fueron servidos los vinos riquísimos de Alcalá la Real”.
Gran desarrollo debieron adquirir dichas plantaciones e industria vinícola después de la rendición de Granada, por cuanto por gracia especial concedida por la Reina Doña Juana de Castilla, conocida en la Historia por Doña Juana la Loca, ya ratificada por su hijo el Emperador Carlos V, Alcalá gozaba el privilegio de introducir sus vinos en Granada y venderlos a la exclusiva durante los meses de octubre, noviembre y diciembre.
